Este puzzle absorbentemente simple ahorra todos los detalles posibles con un minimalista y extraordinario diseño.
KLAC obedece a un esquema de color monocromo que en la pantalla de inicio despliega sólo unos íconos y ninguna palabra. Es decir: no es por agobiarte, pero aquí solo estás tú y tu talento para dar con las soluciones.
La premisa es muy simple: estás delante de una cuadrícula y algunos bloques rectangulares con letras en su interior. Tu objetivo consiste en ordenar las letras de los bloques y disponerlas en la cuadrícula de tal forma que las letras coincidan en cada punto en el que los bloques se crucen. A veces la propia red interviene e insiste en que una carta esté en un lugar determinado.
Suena fácil, pero de eso no tiene nada: cada uno de sus niveles es más y más difícil que el anterior. No hay temporizadores ni maneras de fallar. Todo lo que tienes que hacer es exprimir tu ingenio hasta que resuelvas el problema, una mecánica que hace que KLAC resulte un juego curiosamente meditativo.
La melódica y estimulante música ambient que lo acompaña también es perfecta para calmar tus nervios cuando sientes que un nivel especialmente complejo te está superando.