Es una mañana como cualquiera. Estás podando tu jardín mientras tu hija juega.
De repente, ves a las fuerzas rebeldes marchando hacia ti. Te quedas inmóvil del miedo y escuchas el sonido de un misil que atraviesa el cielo a toda velocidad.
¡¡¡BOOM!!!
Llueven escombros. Sientes que te desvaneces, poco a poco, hasta perder la conciencia. Lo último que ves es a tu hermano y a tu hija huyendo. Su rostro está bañado en lágrimas.
Esta es la introducción de Home Behind, un juego en el que interpretas el papel de un padre que acaba de perderlo todo por culpa de una guerra civil caótica. Estás perdido en el desierto y tu vida pende de un hilo. Lo único que tienes a la mano es una carretilla que debes usar para atravesar un país azotado por la guerra y encontrar a tu familia. El camino es largo y está repleto de hambre, frío y violencia.
El estilo gráfico del juego, que te recordará a un libro de cómics, lo hace un poco más amable. Sin embargo, los encuentros aleatorios no te darán respiro y sumarán a la cuota de brutalidad de la historia. Tendrás que hacer frente a campesinos malintencionados, rebeldes imparables, animales salvajes y condiciones climáticas impredecibles. Usa tu ingenio y fabrica tus propias armas para defenderte y salir adelante. En estas condiciones no puedes dar nada por sentado. Si quieres salir con vida, tendrás que actuar como un salvaje: comer carne cruda e insectos, así como beber agua de inodoros abandonados. Cometerás atrocidades y harás cosas de las que no te creías capaz. Todo con un único objetivo: recuperar a tu familia.
Este juego de supervivencia es tan intenso que no parece real. Desafortunadamente, estas condiciones de vida son reales en algunos países. Contrario a los juegos, los millones de refugiados que hay en el mundo no pueden guardar su progreso ni tienen la oportunidad de volver a empezar si algo sale mal. Home Behind es un recordatorio de los horrores de la guerra y sus efectos devastadores en la vida de personas inocentes. Parafraseando a Warsan Shire, escritora británica nacida en Kenia, en referencia a la crisis de los refugiados: nadie deja su hogar, a menos que su hogar sea la boca de un lobo.